27 de junio de 2012

Kasghar, el reclutamiento

Kasghar nos ofreció una acogida de seis días para poner las piernas en remojo, no recuerdo muy bien como dimos con el Guest house, de nombre Youth hostel. Casi todos los hostales copian los nombres o son muy similares para que la suerte te acompañe y acabes en cualquiera, favoreciendo a todos por igual.



No se explicar bien por que recluimos todo en aquella habitación de paredes con franja verde y barrotes carcelarios, lo cierto es que limpiamos las bicicletas en medio del patio y al poco rato y sin sentirnos observados, las bicicletas subieron por una escalera de madera, inestable y resquebrajada, hasta nuestra celda. Cualquier cosa con tal de salirnos con la nuestra para poner las bicis a salvo de curiosos.

Aislados del exterior pasamos horas bebiendo cerveza, decorando nuestras monturas y ojeando la ruta hacia Karakorum Hiway hacia Pakistan. En el patio, la mayoría de residentes de origen asiático se agrupaban para comer frente a las pantallas portátiles, dejo constancia de que jamás olvidare eso eructos descontrolados mientras abarrotaban de comida sus mejillas redondeadas. Nuestro carácter de barbudos recios no tenía nada que hacer.

En la ciudad ni rastro de tecnología ciclista para conjuntar nuestro equipo, todo lo más a lo que se pudo acceder fue unos avances de manillar para el hormigueo en las manos y un casco algo menos guerrillero para hacerse pasar por un verdadero ciclista. Por lo menos parches, cámaras y lo estándar es facil de encontrar.



La botella de Vodka apareció para dar el toque Apocalipse Now durante las largas horas en la trinchera. Bebida dosificada en pequeños cuencos de madera del old town a conciencia.
Entre varios trabajos, decoré mi anterior casco cedido por Marcos con la intención de dejarlo a modo decorativo al gerente del Guest, rápidamente lo enfundo en su cabeza con ilusión demostrando que el mejor lugar para exponer el casco dibujado con nuestras insignias era su propia testa. Estos asiáticos lo reciclan todo.



Las visitas por el centro eran picantes, enfundaban los platos con plásticos y te serbian los nudels que rebosaban en una piramide con las manos, era difícil de entender como el plato iba a quedar mas limpio que mis nudels a la carta y siempre, siempre te engañaran si dicen que no es picante. A medio plato mi barbudo socio y mis retorcidas tripas intercambiaron miradas con la frente pálida y sudores frios... maldecimos.



Tot menos apurarse es el camino, las montañas, los ríos y disfrutar pedaleando cada escena.




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